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sábado, 9 de abril de 2011

Experimentos estadounidenses con bombas nucleares



Entre 1945 y 1992 se llevaron a cabo en Estados Unidos 1039 ensayos atómicos, la mayoría en el desierto de Nevada, a poca distancia de la ciudad de Las Vegas. Al principio también se realizaron ensayos en el Pacífico Sur pero cuando aumentaron los costes se prefirió permanecer en el propio país. Se destacó a un total de 380.000 personas para observar las bombas y con el efecto de la radiación. Muchísimos de ellos enfermaron de cáncer y se fueron consumiendo.

En 1946, los estadounidenses hicieron detonar la primera de una larga serie de bombas nucleares en las paradisíacas islas del atolón de Bikini, en el Pacífico Sur, con el fin de estudiar su efecto y poder valorar mejor su fuerza destructiva. Antes de ello, se había trasladado a los habitantes a otra isla vecina.

Al contrario de Robert Oppenheimer, padre de la bomba atómica, quien tras los horrores de Hiroshima y Nagasaki había hecho revisión de su postura, el físico Edward Teller seguía siendo un entusiasta partidario de la bomba en 1946: su hija, como la consideraba él. Aunque en1945 había afirmado que la bomba podía cambiar de lugar montañas, las dejó a todas en su lugar. Sin embargo con una bomba de hidrógeno consiguió hundir la isla de Elugelab, que formaba parte del atolón de Bikini.

Nevada se ha convertido junto con el Pacífico Sur en el emplazamiento más importante para la realización de ensayos atómicos. Aquí, el 16 de julio de 1945, se probó la primera bomba atómica de la historia bajo el nombre de prueba Trinity.

Se trataba de una bomba de plutonio desarrollada en los laboratorios de Los Álamos, de idéntico tipo a la que se lanzó sobre Nagasaki el 9 de agosto de aquel mismo año. Hasta 1992, en Nevada se realizaron más de 900 ensayos tanto en superficie como subterráneos; la zona de las montañas Yucca, a unos 160 Km. al noroeste de Las Vegas, es uno de los mayores depósitos de residuos radioactivos del país.

La bomba de uranio que se lanzó sobre Hiroshima el 6 de agosto, con el nombre de Little boy, no necesitó ningún ensayo, pues al contrario de la bomba de plutonio, los especialistas la consideraban segura. Tampoco se disponía de la suficiente cantidad de uranio como para fabricar una segunda bomba. Por eso, en los círculos militares estadounidenses, el lanzamiento sobre Hiroshima se consideró el segundo ensayo atómico de la historia, que costó casi 250 000 vidas. El director militar del proyecto, el general Leslie Groves, se mostró impresionado con Trinity. «La guerra ha terminado. Una o dos de “esas cosas” y Japón está eliminado», dijo.

La carga explosiva de la primera bomba se montó sobre un andamio de 30 m. de altura para hacerla detonar. Los visitantes y espectadores llevaban gafas de sol y se habían untado con abundante crema solar para protegerse del deslumbrante rayo luminoso que se les había anunciado. El ensayo debía llevarse a cabo a 16:00 horas, pero la bomba no se hizo detonar hasta las 17:29. La explosión entusiasmó sobremanera a los espectadores que se encontraban a una distancia de 15 Km.; vieron un hongo atómico de casi 12 m. de alto y el destello de una explosión que aún se podía apreciar a 300 Km. de distancia.

La bomba, con una fuerza explosiva de unas 20000 t de trinitrotolueno (TNT) fundió el suelo de arena en tomo a la torre convirtiéndolo en una costra cristalina y la propia torre dejó de existir, pues en su lugar se abrió un agujero de 3 m de profundidad y 300 m de anchura. Sin embargo, los resultados de ese primer ensayo permanecieron bajo secreto militar; la opinión pública no se enteró de nada.

El nombre de la primera bomba atómica estadounidense que detonó en el Pacífico Sur era "Able". Fue lanzada desde un avión el 30 de junio de 1946 y explotó sobre el atolón de Bikini, que pertenece a las islas Marshall. Able tenía una energía explosiva de 23 kt (kilotoneladas, unidad de masa que se emplea para indicar la dimensión de armas nucleares) e inició una serie de ensayos atómicos que se extendería a lo largo de los siguientes doce años, en el curso de los cuales se hizo explotar un total de 23 bombas atómicas y 67 cargas nucleares.

El Pentágono definió esta primera bomba diciendo que tenía 7000 veces más energía explosiva que la que se lanzó sobre Hiroshima. Aparte de los daños irreparables que produjo en la isla, esta bomba de 1946 inició la guerra fría, haciendo pedazos definitivamente la relación entre Estados Unidos y la Unión Soviética. Comenzó por ambas partes una carrera armamentística que no concluiría hasta la caída del Muro de Berlín en 1989; mientras perduró, puso al mundo al borde de la catástrofe nuclear en varias ocasiones.

Los norteamericanos habían elegido las islas Marshall para sus experimentos porque se encontraban lo suficientemente lejos de Estados Unidos como para no desencadenar protesta alguna entre la población norteamericana. Con todo, la llegada de militares, científicos y expertos se asemejó a una invasión. Se desplazaron hasta allí unos 42.000 estadounidenses que querían estudiar de cerca y con tranquilidad el nuevo juguete, que hasta el momento solo se había empleado dos veces.

En la patria, tanto el gobierno como la prensa exigían una perfecta documentación; y se les iba a proporcionar en torno al atolón se colocaron en posición mas de 600 cámaras. Se hizo volar incluso aviones no tripulados en el interior del hongo atómico. En beneficio de la investigación, durante los doce años se mantuvo a unos 5000 animales, entre cabras, cerdos y ratas, en barcos anclados ante la isla. Se quería ver cómo se pulverizaban, carbonizaban, calcinaban, se partían en pedazos o se consumían con horribles padecimientos, para comprobar el efecto del baby, que el físico Edward Teller (1908-2003) consideraba como propio. El eslogan empleado debía justificarlos eternamente: For the good of mankind («por el bien de la humanidad»).

En los años siguientes, los ensayos atómicos fueron documentados de modo desacostumbrado y con un extraordinario detallismo. Sin embargo, siempre se postergaba su realización para cuando el viento soplara hacia el oeste, pues se quería impedir que el polvillo radioactivo fuera impelido hacia Las Vegas o Los Ángeles. No obstante, con el curso de los años, se formaron lo que se llamó hot spots o lugares sobrecargados radiactivamente por todo Estados Unidos, alcanzando incluso Nueva York. Uno de los lugares que más ha sufrido con las explosiones y sus consecuencias es la ciudad mormona de St. George, en el estado de Utah.

Muchos testigos siguen contando que de niños veían rayos y hongos atómicos elevándose en el cielo. También cuentan como muchos de sus compañeros enfermaron de leucemia. Para cuando el gobierno se dio cuenta de que había una relación directa entre las muertes por cáncer y los ensayos atómicos, era ya demasiado tarde. Desde 1988 el gobierno ofrece 50.000 dólares estadounidenses por cada uno de los muertos de cáncer, una suma que muchos ciudadanos rechazan por considerarla un precio de sangre.

Los soldados estacionados en Nevada se encontraban casi siempre a no más de 3 Km. de distancia de los lugares de explosión. Pues aunque la Comisión para la Energía Atómica había prescrito 11 Km., la dirección militar elegía la distancia más corta y también enviaba a los soldados al centro de la explosión al cabo de 45 minutos para endurecerlos de cara a los daños atómicos. 380 000 soldados tuvieron que tomar parte en el ensayo y muchos murieron de cáncer.

Jonathan Parfrey, de la organización Médicos por la Responsabilidad Social de Los Angeles, habló de 11.000 muertos de cáncer a causa de los ensayos atómicos, y entre 100 000 y 150 000 personas que enfermaron gravemente, así como de 120 000 casos de cáncer de tiroides debidos a la liberación de yodo 131 radioactivo.

Tanto el país como la gente de Estados Unidos siguen sufriendo las consecuencias de la pesadilla nuclear de 1945. Las secuelas tardías de determinados cánceres siguen apareciendo en los cientos de observadores, soldados y cámaras civiles que se prodigaron alrededor de los lugares de las explosiones. Sin embargo, parece ser que pronto habrá de nuevo ensayos.

En 2003, el senado votó una ley para el desarrollo y ensayo de mini-bombas nucleares, como las llama el gobierno de George W. Bush, y con ello dio luz verde a nuevos ensayos nucleares en Nevada.

Pero también Rusia vuelve a trabajar en el desarrollo de armas atómicas, que según el jefe de Estado Vladimir Putin son la garantía más importante de una paz duradera mediante el equilibrio estratégico de fuerzas.

Como es natural, hubo que vaciar de habitantes las islas del atolón en las que iban a tener lugar los ensayos. Su población fue trasladada a otras islas, pero aquella gente sigue soñando todavía con que les permitan regresar a su hogar. Eso constituyó y sigue constituyendo la mayor parte de la catástrofe en sí, pues muchos pobladores de aquellas paradisíacas islas murieron y mueren a consecuencia de las secuelas de la radiación. Además, los ensayos con plutonio han contaminado también otras islas y las han convertido en inhabitables durante milenios.

Estados Unidos ha pagado hasta ahora cerca de mil millones de dólares estadounidenses a las islas Marshall en concepto de indemnizaciones.Los insulares afirman resignados que han aprendido a secarse las lágrimas con los billetes. Como es natural, con el paso de los años los habitantes de Bikini se han adaptado a la situación, pues a medida que la atención internacional se ha ido centrando en el atolón, y cuanta mayor sensibilidad general ha despertado el tema, más han aumentado las exigencias de sus pobladores, quienes entre tanto exigen de Estados Unidos indemnizaciones por hipertensión, diabetes o reuma, aunque sólo se puede establecer una relación entre el cáncer de tiroides y los ensayos nucleares.

Obtener otro tipo de desembolsos por parte de Estados Unidos resulta trabajoso, pues han pasado muchos años desde los ensayos. No hace mucho, el congreso norteamericano denegó el pago de 365 millones de dólares estadounidenses necesarios para limpiar el atolón de Bikini, o lo que es lo mismo, para retirar el suelo contaminado.

El drea de ensayos atómicas de Kazajstán es casi tan grande como Bélgica. Entre 1949 y 1989 se hicieron explotar allí 461 bombas, 113 en la superficie y, tras la firma del tratado de prohibición de los ensayos atómicas atmosféricos en 1963, 348 subterráneas. El suelo del territorio sigue actualmente contaminado con plutonio. De modo parecido al de Estados Unidos también aquí se quería utilizarlas bombas atómicas con fines pacíficos se creía que se podían aplicar para derretir glaciares o excavar galerías y túneles. De igual modo a como se hacía en Estados Unidos, se registró todo con cámaras y aparatos de medición de diferentes tipos.

También los experimentos con animales fueron como los que se habían llevado a cabo al otro lado del Telón de Acero. Cerdos, caballos, ovejas y perros fueron sometidos al rayo atómica para poder investigar sus consecuencias. La población del territorio de experimentación sigue enfermando de cáncer en la actualidad con el doble de frecuencia que la media de la población de la antigua Unión Soviética.

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