Los juegos de azar–especialmente la ruleta– estaban prohibidos en España. Y en la mayoría de países europeos. Sin embargo, en la década de los 30, se popularizaron numerosos modelos de pseudoruletas, que funcionaban alegremente en los grandes casinos de todo el continente. Se trataba de ambiguos recreos que se hallaban en la frontera entre los juegos de azar y los de destreza. Daniel Strauss, en colaboración con su esposa, la señora Lowmann, y un socio llamado Jules Perel, había patentado un modelo de ruleta, conocido como straperlo, cuyo resultado dependía de la pericia de los jugadores y eliminaba el factor suerte.
El juego había funcionado satisfactoriamente en el Hotel Quellenhof de Aachen. Sin embargo, Strauss era judío y tuvo que abandonar su Alemania natal ante la amenaza nazi. Los tres socios se trasladaron a Holanda en 1933, y allí introdujeron el juego en tres casinos costeros (Scheveningen, Zandvoort y Noordwijk). El straperlo desató la locura entre los holandeses. Pero un año más tarde murió de éxito. Una suma de factores –alarma social ante el juego, acoso de los casinos competidores y la disconformidad de Hacienda– propició el fin de la experiencia holandesa. Una orden gubernativa limitaba las actividades lúdicas a la temporada de verano y bajo severas restricciones. Finalmente, los propietarios de los casinos optaron por prescindir de los servicios de Perel & Co. y esperar a una definitiva legalización de los juegos de azar –que no llegó hasta 1973. Daniel Strauss, que disponía de pasaporte mexicano y hablaba español, volvió su atención hacia España. Una vez en Barcelona, se asoció con Joaquim Gasa –empresario y productor teatral–, quien le guiaría por la intrincada senda de la política local. Ambos organizaron el combate entre Uzcudun y Schmeling. En mayo de 1934, se ofreció la primera demostración pública del straperlo en el Hotel Terramar de Sitges. El propósito de Strauss era conseguir una autorización de la Generalitat de Catalunya para instalar el juego en esa población. Sin embargo, el partido en el gobierno catalán, Esquerra Republicana de Catalunya, mantenía una posición reticente en materia de juegos de azar. La negativa del presidente Companys fue rotunda.
En Madrid, sin embargo, el Gobierno estaba formado por una alianza de partidos de la derecha, y varios miembros del Partido Radical Republicano se habían mostrado muy receptivos con el proyecto del straperlo. Joaquim Gasa y Joan Pich i Pon –a la sazón subsecretario de Marina– convencieron a Strauss para repetir la demostración en el Hotel Ritz ante la presencia de Aurelio Lerroux, sobrino del líder de los radicales y futuro jefe de Gobierno: Alejandro Lerroux.A lo largo del mes de junio, los empresarios y los políticos llegaron a un acuerdo económico para explotar el straperlo en el Casino de San Sebastián. Varios personajes en la órbita del Partido Radical harían valer sus influencias para conseguir la autorización, a cambio de un porcentaje en el negocio. Según la versión de Strauss, Alejandro Lerroux recibiría el 25 por ciento de los beneficios; Pich i Pon, un diez por ciento; y Aurelio Lerroux, Miguel Galante y el periodista Santiago Vinardell, un 5 por ciento. Además, para asegurarse la cooperación del ministro de la Gobernación –Salazar Alonso–, Pich i Pon se había comprometido a hacerle llegar 100.000 pesetas. El subsecretario, Eduardo Benzo, recibiría 50.000 pesetas. Otras cincuenta mil estaban destinadas a agilizar la concesión de los permisos que expedía la Dirección General de Seguridad –José Valdivia era el director general–. Sigfrido Blasco-Ibáñez, hijo del famoso novelista y líder del Partido de Unión Republicana Autonomista, otra formación política en coalición en el gobierno conservador, se comprometía a colaborar a cambio de 400.000 pesetas. Salazar Alonso y Alejandro Lerroux recibieron además un reloj de oro cada uno.
El juego había funcionado satisfactoriamente en el Hotel Quellenhof de Aachen. Sin embargo, Strauss era judío y tuvo que abandonar su Alemania natal ante la amenaza nazi. Los tres socios se trasladaron a Holanda en 1933, y allí introdujeron el juego en tres casinos costeros (Scheveningen, Zandvoort y Noordwijk). El straperlo desató la locura entre los holandeses. Pero un año más tarde murió de éxito. Una suma de factores –alarma social ante el juego, acoso de los casinos competidores y la disconformidad de Hacienda– propició el fin de la experiencia holandesa. Una orden gubernativa limitaba las actividades lúdicas a la temporada de verano y bajo severas restricciones. Finalmente, los propietarios de los casinos optaron por prescindir de los servicios de Perel & Co. y esperar a una definitiva legalización de los juegos de azar –que no llegó hasta 1973. Daniel Strauss, que disponía de pasaporte mexicano y hablaba español, volvió su atención hacia España. Una vez en Barcelona, se asoció con Joaquim Gasa –empresario y productor teatral–, quien le guiaría por la intrincada senda de la política local. Ambos organizaron el combate entre Uzcudun y Schmeling. En mayo de 1934, se ofreció la primera demostración pública del straperlo en el Hotel Terramar de Sitges. El propósito de Strauss era conseguir una autorización de la Generalitat de Catalunya para instalar el juego en esa población. Sin embargo, el partido en el gobierno catalán, Esquerra Republicana de Catalunya, mantenía una posición reticente en materia de juegos de azar. La negativa del presidente Companys fue rotunda.
En Madrid, sin embargo, el Gobierno estaba formado por una alianza de partidos de la derecha, y varios miembros del Partido Radical Republicano se habían mostrado muy receptivos con el proyecto del straperlo. Joaquim Gasa y Joan Pich i Pon –a la sazón subsecretario de Marina– convencieron a Strauss para repetir la demostración en el Hotel Ritz ante la presencia de Aurelio Lerroux, sobrino del líder de los radicales y futuro jefe de Gobierno: Alejandro Lerroux.A lo largo del mes de junio, los empresarios y los políticos llegaron a un acuerdo económico para explotar el straperlo en el Casino de San Sebastián. Varios personajes en la órbita del Partido Radical harían valer sus influencias para conseguir la autorización, a cambio de un porcentaje en el negocio. Según la versión de Strauss, Alejandro Lerroux recibiría el 25 por ciento de los beneficios; Pich i Pon, un diez por ciento; y Aurelio Lerroux, Miguel Galante y el periodista Santiago Vinardell, un 5 por ciento. Además, para asegurarse la cooperación del ministro de la Gobernación –Salazar Alonso–, Pich i Pon se había comprometido a hacerle llegar 100.000 pesetas. El subsecretario, Eduardo Benzo, recibiría 50.000 pesetas. Otras cincuenta mil estaban destinadas a agilizar la concesión de los permisos que expedía la Dirección General de Seguridad –José Valdivia era el director general–. Sigfrido Blasco-Ibáñez, hijo del famoso novelista y líder del Partido de Unión Republicana Autonomista, otra formación política en coalición en el gobierno conservador, se comprometía a colaborar a cambio de 400.000 pesetas. Salazar Alonso y Alejandro Lerroux recibieron además un reloj de oro cada uno.
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